A pesar de todo

Ella sabía que tenía que irse pronto. Eran apenas las cuatro de la mañana, el cielo aún estaba oscuro. Lucía siempre hacía las cosas calmada, sin ningún apuro, aunque tenga que madrugar. Se baño, escogió la ropa que tenía que ponerse, se vistió y cepilló su cabello.
Después de ordenar su dormitorio, empacó. Odiaba la idea de dejar la mayoría de su ropa en los cajones del armario. Pero que más quedaba, se mudaría a una ciudad de la Sierra ecuatoriana llamada Cuenca, un lugar muy hermoso pero con un clima muy frío. Blusas cortas de tela fina y colores encendidos, faldas y sandalias quedarían apiladas en los armarios.
Lucía tiene 18 años, es una mujer muy hermosa, de temperamento impulsivo, siempre vivaz y alegre. Digna de admirar, por su carisma e inteligencia. Vive en Portoviejo, ciudad de Manabí. Desde muy pequeña ha sido acortejada, pero ella ha demostrado indiferencia a la mayoría de sus admiradores. Ahora ella decidió viajar a Cuenca, para estudiar en la universidad y ser profesora de educación básica.
Eran ya las cinco de la mañana, el bus saldría a las siete. Su rostro muestra una añoranza y tristeza típica por dejar el hogar. Pensaba mucho en Mauricio, le disgustaba la forma en la que se despidieron. Él dejó Portoviejo hace ya un mes para poder emprender sus estudios de periodismo en la Universidad de Cuenca. Lucía lamentaba lo que había dicho Mauricio aquella tarde, aunque él siempre se expresaba bien, lo único que se le ocurrió fue decir la dirección a en la cual ella lo pudiese encontrar.
Lamentaba la despedida que tuvo con Mauricio, estaba llena de expectativas, quería escuchar algo más aquella mañana. Ahora no tenía mucha importancia pues lo vería en pocas horas en Cuenca.
Mami Luz
Hija, ¿Estas lista?
Lucía
Ya casi. Ya bajo a desayunar.
Mami Luz
¿Y Mauricio, lo llamaste?
Lucía
Sí madre.

Se despidió de su familia, en especial de su mamá y emprendió su viaje en un transporte interprovincial. Al cabo de unas horas ya estaba en Cuenca. Apenas bajó del transporte, vio a Mauricio parado en una esquina cercana del terminal terrestre. Enseguida se reconocieron y corrieron a saludarse.

Mauricio
Hola Lucía. ¿Qué tal tu viaje?
Lucía
No nos hemos visto casi un mes. ¿Y así me saludas?
Mauricio
(Risas) Ni bien llegas ya me estas reclamando de algo.
Lucía
(Risas) Vamos a comer. Tengo hambre.

Mientras comían, Mauricio le explicaba a Lucía como más o menos era la vida en Cuenca, además le sugirió los lugares por los que puede estar sin peligro alguno. Lucía tenía una pésima memoria, siempre era olvidadiza un tanto distraída, por lo cual Mauricio le ofreció su compañía para cuando ella la necesitara:
Mauricio
Sé que vas a vivir con tu familia, pero si quieres que te acompañe a algún lugar, solamente avísame ¿sí?
Lucía
Gracias, tu siempre tan preocupado.
Mauricio
Vámonos ya. Después es peligroso por aquí.

Mientras esperaban un taxi, los dos estaban callados. Lucía pensaba que Mauricio en verdad no sentía nada por ella, había esperado tanto tiempo que se atreva a expresar sus sentimientos hacía ella, que estaba acostumbrada a esperar sin razón.
Mauricio pensaba en cómo pudiese decirlo, y a la vez lo imposible que era por que eran amigos desde muy pequeños. Así que considerando esto, lo más lógico es que Lucía sólo lo viera como un amigo y hasta como un hermano.
Mauricio
Lucía, cuídate. Ahora no nos vamos a ver muy seguido pero tampoco pierdas la comunicación conmigo

Lucía
Te voy a llamar todas las semanas. Pero tu también llamas ¿sí?
Mauricio
Claro, entonces que te vaya bien en clases. ¿Empiezas el lunes no?
Lucía
Si, que nervios
Mauricio
Tranquila, te va a ir bien. Chao
Lucía
Cuídate.

Pasaron ya algunos meses, aunque se seguían comunicando, cada vez era menos seguido. Se distanciaron al cabo de un par de años. Ella empezó una relación con un joven cuencano y al poco tiempo decidieron casarse. Había pasado casi tres años desde que Mauricio y Lucía no habían hablado.
En las vacaciones, Lucía fue de visita a Portoviejo. Su mamá siempre preocupada por aquel distanciamiento con Mauricio, preguntó por él:
Mami Luz:
¿Hace cuanto que no hablas con Mauricio?
Lucía
Madre, ya es muchísimo tiempo, le he perdido el rastro. Ni siquiera se su numero telefónico.
Mami Luz
La Pepa me contó que Mauricio ya trabaja en una radio de Cuenca.
Lucía
¿En serio? Me alegro por él. Ese era su sueño.
Mami luz
Deberías hablar con el. Localízalo.
Lucía
Sí, cuando este en Cuenca.
Lucía vivía sola, su esposo viajó a Estados Unidos para mejorar la calidad de vida. Aunque se sentía muchas veces sola, ya estaba acostumbrada. No necesitaba compañía alguna. A tal punto que tenía muy pocos amigos con los cuales mantenía contacto.
Su esposo, Carlos, todos los meses le enviaba dinero y uno que otro regalo para ella o para la familia. Entre estos regalos un día recibió un reloj de oro, muy hermoso. Vino envuelto en miles de periódicos y cinta de empacar. Ella lo desenvolvió y se prometió a si misma cuidarlo muy bien. Así que lo guardó en la caja fuerte.
Al cabo de unos días, Mauricio caminaba por el centro, camino a su trabajo en la radio. Lucía retiraba uno de los paquetes mensuales enviados por su esposo.
Mauricio
Lucía, a los años. Casi no me reconoces
Lucía
Mauri, en serio no te reconocí. Cuanto has cambiado
Mauricio
Tú, sigues igual. Los años no te pasan, y siempre tan linda.
Lucía
Muchas gracias. ¿Y a donde vas?
Mauricio
A mi trabajo, te cuento que por fin ya estoy en la radio
Lucía
Si me comento algo sobre eso mi Mamá. ¿y que tal te va?
Mauricio
Muy bien hasta ahora. Ahora me despido, sino llego tarde.
Lucía
Dame tu número de teléfono, para conversar otro rato.
Mauricio
Con tal de que tu me des el tuyo
Lucia
(Risas) 2830587

Mauricio
El mío es 2878645
Lucía
Esta bien, cuídate mucho y estamos hablando
Mauricio
Bueno, cuídate tú también.

La semana entrante lucía recibió una llamada de su esposo.

Lucía
¿ALO?
Carlos
Hola mija. ¿Cómo estas?
Lucía
Holaaa. Muy bien. Acababa de comer.
Carlos
Te llamaba para comentarte algo sobre el préstamo
Lucía
Mira, ya tenemos el terreno por lo menos, deja que pase algún tiempo y construimos la casa. No es necesario pedir un préstamo.
Carlos
Lucía, aprovechemos. Ahora es barato construir una casa. El Lunes te vas al banco y pides ese préstamo.
Lucía
Yo creo que no es necesario. De verdad.
Carlos
¿Quieres nuestra casa propia?
Lucía
Si, pero…
Carlos
Yo también la quiero. Por favor pide ese préstamo.
Lucía
Ya esta bien, el lunes voy para allá
Carlos
Gracias mi vida.
Lucía
Esta bien cuídate
Carlos
Chao, te amo.
Lucía
Yo también. Chao.
El lunes en la mañana Lucía se arregló, se puso la mejor blusa que tenía. Era preciso impresionar al prestamista para que acepte. Se baño, se vistió y abrió la caja fuerte. En ella estaba el apreciado reloj que le regalo su esposo hace no mucho tiempo. Cogió el resto de cosas que necesitaba y salió.
Esperó a que llegara el bus, se subió y se sentó en uno de los últimos puestos. Iba muy pensativa, ya que, quería que le den el préstamo.
Pero, después de unos 5 minutos, un hombre alto, mal encarado se sube al autobús. Lucía lo ve con cierta desconfianza, esperando que no se siente en el puesto de a lado. Para su mala suerte este hombre se sienta al su lado.
Ella no le dio mucha importancia, porque estaba muy concentrada en lo que diría en el banco para obtener el préstamo. Ya casi a medio camino, ella levanta su muñeca para ver la hora en el reloj pero no lo encuentra.
Lucía siempre fue impulsiva y arriesgada. El primer pensamiento de ella fue que el hombre mal encarado había robado su reloj. Se dispuso a coger un lima uñas que llevaba en la cartera y se lo apuntó al hombre en la espalda y le dijo:
Lucía
Quiero que me devuelva mi reloj. ¿Qué cree que puede salirse con la suya?
Va a meter el reloj en mi cartera, y no quiero que diga nada. ¡Muévase!
El hombre metió la mano en el bolso de Lucía y se escucho caer algo. Lucía supuso que su reloj estaba ya en la cartera. Así que alejó el lima uñas de su abdomen y el hombre se levantó muy rápido y se quedó en la parada.
Lucía estaba algo asustada y sorprendida de lo que acababa de hacer. Pero aparte de eso se sintió orgullosa. En la siguiente parada bajó del bus y cogió un taxi. Tenía que llegar pronto al banco. Cuando ya estaba sentada, abrió la cartera y se sorprendió al ver que tenía un reloj de varón.
No sabía que hacer, se sintió llena de ira. Se cogía la cabeza y veía detrás del taxi, buscando inútilmente al hombre que la robó.
Llegó al banco y obtuvo el préstamo. A pesar de haber recibido el préstamo se sintió mal. Fue a su casa. Se iba a cambiar de ropa pero antes, como buena costumbre, revisó los bolsillos del pantalón. En uno de ellos encontró su reloj de oro.
Su ánimo se puso peor aún. Ya que ella al principio pensaba que el hombre le había robado su reloj pero le puso otro a cambió. Lo que paso en realidad fue que ella le robo a un hombre solo por su desconfianza e impulsividad.
Sin saber que hacer, llamó a su amigo Mauricio. Aprovechó que el trabajaba en la radio para valerse de ello y encontrar al hombre que robó y devolverle su reloj.
Mauricio
¿Alo?
Lucía
Alo, ¿Mauricio?
Mauricio
Hola, Lucía ¿Cómo estas?
Lucía
Mauricio acabo de robar a un hombre. Quiero encontrarlo. ¡Ayudame a encontrarlo, por favor!
Mauricio
¿Cómo? ¿Robaste?
Lucía
Si, es que pensé que él había robado mi reloj en el bus y lo amenacé. Le dije que me diera el reloj, pero como no me lo había robado me dio el suyo.
Mauricio
¿Cómo fue que pensaste eso? Bueno ya tranquilízate.
Lucía
Eso me pasa por ser una impulsiva. ¡Ayúdame a encontrarlo!
Mauricio
Voy a decirlo en la radio, no te preocupes lo vamos a encontrar.

Paso ya un buen tiempo y no lograron encontrarlo. Aunque Lucía se sentía mal por el incidente, agradecía la experiencia, ya que gracias a esta volvió a comunicarse con Mauricio. Ahora siempre conversaban y se reunían algunas veces por mes.
Aunque puede pasar mucho tiempo, los amigos siempre están ahí para ayudarnos. Los amigos verdaderos te apoyan y no te olvidan.
Mauricio
Si vez, si no hubieses robado, no te hubieses comunicado conmigo.
Lucía
Tenía en mente llamarte, pero capaz que con tantas ocupaciones no lo hacía. Tengo que agradecerte, porque a pesar de todo siempre me ayudaste. Tal vez otra persona no me hubiese apoyado, con tanto tiempo que no nos veíamos ni conversábamos.
Mauricio
En parte es bueno que haya pasado eso, ahora conversamos y nos vemos. Todo gracias al señor mal encarado.
Lucía y Mauricio
(Risas)

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