“LA F.L.: Una boutique popular.”


Eran las 6 de la mañana del día miércoles en la capital azuaya. El cielo estaba gris, tenía cara de llover. El frío llegaba hasta los huesos, pero parecía que yo era la única friolenta. Todas las personas apresuradas, vendedores, canastas y fundas que iban y venían en las manos de compradores, hacían del ambiente un tanto caótico, en el que ni siquiera se percibía el viento helado que corría.
Para muchas de las personas que se paseaban por semejante” boutique popular”, el día había empezado a las cuatro o tres de la mañana. En uno de los primeros puestos está la Sra. Marcela Mora. Con un buen poncho y guantes me atiende de la manera más cordial y hace que uno se sienta como en una verdadera tienda de ropa. Me cuenta que se levantó a las tres de la mañana para comer algo y cargar la ropa en la camioneta que la lleva desde su hogar en Turi, hasta la Feria Libre en el sector El Arenal. Se demora en armar su carpa unos quince minutos y esta lista para vender a las 5 de la mañana. “Esa es buena hora, porque todos los dueños de las tiendas del centro nos compran a buen precio la ropa, ¡y al por mayor!”. La señora Marcela gana unos ciento cincuenta o doscientos dólares cuando la venta ha sido buena, cuando no, gana como máximo ochenta o cien.
Así como ella, muchos vendedores viven de lo que les da de comer la Feria libre cada miércoles. Desde aguas de frescos hasta carteras y zapatos. ¡Todo se vende aquí!, hasta lo que no se puede vender, como los celulares robados. Por todo el mercado están guardias y policías, quienes se encargan de proteger a todos ciudadanos de estafas y robos. “Aquí los ladrones y estafadores son pilas, le dan un jabón en vez de un celular”, dice uno de los guardias.
Voy caminando y veo un sin numero de personas amontonadas en ciertos puestos. Toda la ropa esta apilada, las personas se empujan, remueven la ropa y cogen lo que pueden. Cuando ya no encuentran nada más que les interese o guste, comienzan a regatear. “Ya deme diez por las tres blusas” y el vendedor responde: “No madre, y yo ¿Qué me gano?”. Después de unos tres ruegos más el vendedor acepta y la compradora se va satisfecha empujando a la montonera que esta manoseando y viendo la ropa.
Murmullos, cientos de voces y gritos se escuchaban, pero ante todo, las ofertas que no pasaban desapercibidas:
-“Vengaaa el jean a doce dólar, venga… a diez para negocio.  Buena calidad. Cien porciento panameños, vengaaa”.
-“Tenemos tangas, el sostén que realza, levanta colas, fajas… en toda talla y a todo precio”.
-“Compre la gorrita del chavo a un dólar”.
-“Venga las blusas a tres dólares, si tenemos de su talla, venga”.
-“Los zapatos muñeca, nike y adidas de toda talla, para la niña, para el niño, el joven, para el señor”. “
-“Vea niña con confianza, la casaca de cuero, las carteras, las correas… venga si le rebajamos”
Cuando apagaba un momento mi sentido del oído, veía.  Colores claros, obscuros, brillantes y hasta fosforescentes. Los puestos con techos de plástico negro, rojo, amarillo y azul iluminaban y hasta alegraban el día sombrío. Todo tipo de accesorios y ropa hacían del lugar una cierta sintonía entre cultura, tradición y moda.
Los olores a palo santo, hierbas y el “Cafecito con leche caliente y sanduche de queso, a sólo un dólar” que se paseaban en la canasta del señor Lucio, alimentando y haciendo tener hambre a vendedores y compradores.
La famosa “F.L.”, no es sólo un lugar lleno de ropa y cosas baratas. Es una comunión de todo lo que nos representa, tenemos y nos falta. Además es la mejor “boutique popular”.

Comentarios

  1. Me gusta el contraste que le das a la F. L. de Cuenca: la boutique popular.

    Tanta variedad, tanto precio, tanta bulla, ojalá que la crónica te haya servido de excusa para comprar algo. Saludos...

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